La trifulca comenzó por un órgano. Un miembro de la otra familia, perteneciente a un clan de Vallecas, le pidió al dueño del instrumento tocar una canción. Este se lo negó. Podría haberse quedado ahí, pero el orgullo pudo con ambos. El desencuentro fue creciendo y los dos se citaron fuera para arreglar sus diferencias a golpes. Fuera, la cosa fue a más. A los dos púgiles iniciales se les fueron uniendo hermanos, primos y amigos de ambos clanes. Volaron las vallas, piedras y palos. Se oyeron hasta disparos. “Quizás fueran petardos, no sé”.
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