Los inmigrantes han sido los grandes afectados por la crisis. Toleramos el aumento de la pobreza y la desigualdad porque tendemos a sentir que, en buena medida, no nos concierne directamente a nosotros. Muchas de las principales victimas de la crisis viven su situación desde la marginalidad a las que le condena la extranjería, el aislamiento y la falta de acceso a redes sociales. La suerte que corren estas víctimas pocas veces abre telediarios ni concita el interés de políticos. Nuestra capacidad de empatizar con ellos también es más reducida.
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