Dicen que enloqueceríamos si fuésemos capaces de saber qué piensan los demás sobre nosotros, sin embargo empleamos gran parte de la energía de nuestro cerebro en averiguarlo. De hecho, este interés por leer mentes ajenas, además de ser un rasgo de personas de gran inteligencia social, es lo que originó el desbocado crecimiento de nuestro cerebro desde los primeros homínidos hasta hasta el homo sapiens.
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