Nos viene ahora a la memoria la alegría absurda con la que recibimos el advenimiento de la moneda única, pese a los destrozos que produjo en nuestras existencias. La vida se encareció de hoy para mañana en un veinte o un treinta por ciento. Nos hizo más pobres, en fin, porque todo se redondeó hacia arriba y porque teniendo una moneda de millonarios nos daba vergüenza andar con una contabilidad de pobres. Nos vendieron tan bien aquella peseta de cobre con antifaz de oro que salíamos en los telediarios dándonos palmadas en la espalda.
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