El modelo de convivencia articulado en torno a la Constitución de 1978 y los derechos de ciudadanía que tomaban forma para la mayoría social a través de la renta del trabajo, está roto. El acceso al trabajo es cada día más complicado y se sustancia en condiciones laborales precarias que, en muchos casos, ya no garantizan para amplias capas de población la inclusión en la comunidad política como ciudadanos. La situación ha sido resumida, en forma de eslogan político que ha hecho fortuna, como “paro, exilio y precariedad” para los jóvenes.
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