Corría el año de 1965, aún no habíamos llegado a la luna, pero las imágenes de astronautas girando como locos en aquellas malditas centrifugadoras que la NASA usaba para simular las fuerzas “g” a las que debían enfrentarse durante los lanzamientos de los colosales cohetes Saturno, debieron de inspirar a los inventores de un paritorio giratorio que habría hecho las delicias de Camilo Sesto.
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