Thomas Fitzpatrick tenía dos pasiones: la bebida y pilotar aviones. Ya no queda casi nadie en Nueva York que recuerde su épica historia. La de un borracho que, el 30 de septiembre de 1956, sustrae una avioneta del aeropuerto de Nueva Jersey para aterrizar en una calle de Manhattan. Y eso que lo hizo dos veces. La segunda para demostrar que su historia era cierta.
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