Enrique Dans señalaba lo “demencial” de la decisión y, en general, planeaba en el aire la estupefacción: ¿A caso no conocía Telecinco la fuerza de la Red? ¿Eran sus directivos, llanamente, estúpidos? Mirada con lupa, sin embargo, la cuestión es cuando menos sospechosa: quizás en esta ocasión, al contrario de lo que dice el refrán, la estupidez no sea sino maldad. O, lo que es incluso peor, estemos ante un caso de maldad y estupidez.
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