Fue la culminación de la operación política más arriesgada de la transición, dirigida personalmente desde la presidencia del gobierno por Adolfo Suárez. El gobierno central decidió restituir la Generalitat y aceptar un presidente republicano ante la presión popular, precisamente para asentar la monarquía. Esa decisión llevaba implícita la predisposición a dotar a Catalunya de un régimen político específico. Los textos hacen previsiones que leídas treinta años después resultan tan interesantes como significativas.
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