El sábado amaneció con una inesperada rotura de condón y la posibilidad de un embarazo no deseado. Una posibilidad en la que Irene Gómez, estudiante de Filología Inglesa de 18 años, no quería ni pensar. La decisión fue automática: había que conseguir la píldora del día después. La teoría no le sirvió de nada a Irene y tuvo la mala suerte de toparse con numerosos farmacéuticos que no venden la píldora poscoital por razones de conciencia, ya que la consideran abortiva. La chica recorrió aquel sábado numerosas farmacias de Fuenlabrada.
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