El problema es la Argentina. El país barrabrava que no puede resolver los dilemas de una adolescencia que lleva doscientos dos años. No puede controlar las marchas piqueteras que paralizan la Ciudad cien días al año. No puede frenar a un centenar de violentos con la camiseta de All Boys. Y no puede evitar que otra banda de forajidos con la camiseta de River le rompa los vidrios a piedrazos al micro donde viajaban los jugadores de Boca para jugar la superfinal.
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