Si sienten lesionados sus intereses, pueden negociar a cara de perro con el gobierno; pero si la partida la elevan a pública, entonces los árbitros seremos todos. Y ahí está su principal fallo, porque esos todos no reparamos en matices. Para ganarnos para su causa necesitarían que entendiésemos sus quejas y nos solidarizásemos con ellas. Pero una huelga encubierta encierra una mentira
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