La playa inmensa, desierta salvo por la enorme bandada de gaviotas, aparece al asomarnos al acantilado que la custodia. Los coeficientes de octubre suelen fuertes, y la marea es inusualmente baja. Soplan fuertes ráfagas de sur. El mar entra grande y noble, dibujando enormes ondas que avanzan proyectando densas ristras de espuma que se disuelven en el aire. Con las series, la pequeña bahía se cubre de blanco de punta a punta de los cabos que la guardan. Observamos somnolientos el constante llegar y morir de las olas, tratando de analizar...
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