El sudor por sí solo no tiene olor alguno, pero es cuando éste entra en contacto con las bacterias que están alojadas en la superficie de nuestra piel y/o vello corporal cuando adquiere ese peculiar y, en la mayoría de ocasiones, desagradable olor. Aquellas zonas por las que están situadas las glándulas apocrinas son las que, por norma general, desprenden peor olor.
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