Primero fueron lanchas ultrarrápidas, de esas que parecen gaviotas volando sobre el mar. Livianas, veloces, amplias. Los narcotraficantes colombianos sacaron con ellas, en los noventa, más del 90% de la cocaína que produce este país andino. Pero se perfeccionaron los radares y se volvieron detectables. Así, las mafias se inspiraron en Julio Verne y construyeron semisumergibles, poco más que submarinos «a pedales».
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