Hablar del submarino S-80 es hablar de uno de los proyectos de ingeniería más ambiciosos de las últimas décadas. Tecnología punta al servicio de la Armada; un buque que modernizará las Fuerzas Armadas. Pero esa nomenclatura también sostiene años de retrasos, sobrecostes de hasta 2.000 millones de euros y un problema fundamental. El submarino, sencillamente, no flotaba.
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