A pesar de su excomunión, la posteridad recuerda al filósofo como el símbolo de una sabiduría alegre y valiente, que intentó liberar al hombre del miedo y la superstición. Defendió la libertad de pensamiento, la hegemonía de la razón y la convivencia pacífica. Admirador del estoicismo, Spinoza cultivó la austeridad, la sencillez y la prudencia. Su elogio de la alegría como pasión superior a la tristeza le hizo condenar el ascetismo, que ensombrece la mente y denigra el cuerpo.
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