Nunca unos resultados electorales podrían haber sido más previsibles como en esta ocasión en la que un saramagazo podría enviar a la órbita terrestre a los politiqueros que sonríen y especulan desde su trono de barro, mientras cinco millones de ciudadanos buscan en los contenedores un trabajo y la mayoría sobrevive a base de tranquilizantes. Sí, porque somos mayoría los que esperamos aquello que no va a llegarnos nunca, a pesar de las falsas promesas de redención que nos llegan desde todas las gargantas políticas, en mítines insoportables
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