Desde hace dos semanas, el sheriff del Condado de Butler vive en el ojo del huracán. Ha decidido que sus agentes no lleven ni administren Narcan, un antagonista de la heroína que revierte de modo fulminante la sobredosis. Este tratamiento, con un coste de unos 40 dólares, representa la salvación diaria de miles de toxicómanos. Y en un país de donde los opiáceos generaron el año pasado 1,3 millones de atenciones hospitalarias, se ha vuelto crucial.
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