Después de abusar de su hija, Agustín se sentaba en la cama de la cría y le pedía perdón. Lloraba y mentía a rabiar. La pesadilla de Ana duró de los 5 a los 14 años, cuando lo vomitó en el colegio. La directora del centro y su madre la creyeron y apoyaron. Pero la Justicia quería pruebas y no las había.
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