El 24 de septiembre de 1950, los ciudadanos de Toronto (Canadá) disfrutaban de un domingo agradable. A media tarde el cielo comenzó a oscurecerse de una forma inusual, hasta el punto de que la demanda de energía para iluminación tumbó líneas eléctricas. Al mirar hacia el cielo se veía una masa de nubes y neblina oscura. Y también algo que ningún habitante de la ciudad había visto antes. Por entre las nubes asomaba el sol. Era un sol azul.
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