En el jardín de Eve Butler ya no crecen frutas y en su cuerpo algo le dice que la están envenenando. Hace poco perdió un pecho por el cáncer. Un día se mojó con la lluvia y la piel de su cara se cayó, como si se hubiese quemado. "Lo que he estado respirando y bebiendo es lo que me ha enfermado", nos dice. A pocos metros de su casa hay más de 100 depósitos con productos petroquímicos. "No se distingue dónde acaba una industria y empieza la siguiente", lamenta. Eve vive en St. James, Louisiana, en pleno "corredor del cáncer".
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