Él nunca bebía café. Ha aprendido a prepararlo por una sola razón: para que ella desayune en la cama cada mañana. Él tiene ciento tres años. Ella no sabe cuándo nació. (...) Movses e Iskuhi son supervivientes del genocidio armenio. Ella dice que “llorar no sirve para nada”. Sobrevivir tiene que ser algo parecido a llegar a esa conclusión.
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