Nunca antes, posiblemente porque no tenía hijos, me había parado a pensar en lo inquietante y peligroso que es el acto de confesión de los “pecados” de un menor indefenso con un adulto que no tiene ninguna formación específica para tratar con nuestros hijos, pero que sí desde el miedo al castigo divino, goza de una posición de poder sobre el niño. Un adulto que su ideología ha castrado...
|
etiquetas: iglesia , religión , derechos