Que sean devoradas, previo pago, por los turistas, tal vez sin reparar en que así otorgan ciertos derechos que hacen del espacio sagrado un lugar profano sometido a fotografías y risas. Resultan chocantes y molestos los tenderetes de recuerdos, postales, libros y objetos varios que se están multiplicando en capillas o laterales de los templos. una situación similar a la relatada por Dostoievski con el cuento del Gran Inquisidor, donde la propia Iglesia volvería a matar a Cristo si volviera. En este caso, no le dejarían entrar sin pagar...
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