Una de las anécdotas más simpáticas de este afortunadísimo golpe de suerte radica, precisamente, en la forma en que ésta llegó. Quedaban pocos minutos para que la administración de lotería cerrara sus puertas. Era sábado y Paco, "futbolero como pocos" salió a escape para depositar su quiniela. Las apuestas que realizó le costaron cuatro euros. "Fue entonces, al recibir la vuelta, cuando le dijo a la dependienta que le diera seis primitivas". Una de esas seis combinaciones automáticas le reportó nada menos que 3 millones de euros.
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