En enero, Japón solo vio un camino para frenar la tasa de natalidad extremadamente baja y el envejecimiento de su población en el campo: 7.500 euros por mudarse de la ciudad. Unos meses después, una palabra explicaba que las cosas no iban mejor: akiya. La última de las medidas desesperadas se dio hace unas semanas: atraer a solteras a cambio de dinero y marido. Agotadas las balas, Japón hace lo que nunca antes: abrirse a los inmigrantes.
|
etiquetas: japón , campo , mano de obra , medida , inmigrantes