La alarma crece. No son enredos. Son bombas, y muy gordas, y con la mecha ya encendida y quemándose a buena velocidad. Tenemos al jefe del Estado y al presidente del Gobierno sometidos a la incertidumbre de que aparezcan más indicios y más sólidos que los enmierden por completo en sendos escándalos de corrupción.
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