Algunos politólogos han situado el origen de la decadencia de la izquierda italiana en 1977. El 17 de febrero de ese año, cientos de estudiantes expulsaron de la Universidad de Roma a Luciano Lama, el poderoso secretario general de la CGIL, el principal sindicato del país con cuatro millones de afiliados. Lama no era un líder cualquiera. El PCI estaba en pleno apogeo —había logrado el 34,4% de los votos en las generales de un año antes— y el prestigio del sindicalista estaba cimentado en la Resistencia.
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