Y aquí la poesía deja de ser un juego para convertirse en una necesidad, en un apremio, y por qué no, en un deber. Porque quien posee un don solo tiene un camino lógico: ejercerlo. Si un poeta no ejerce la poesía se está traicionado a sí mismo, a lo que le dieron antes de su nacimiento merézcalo o no.
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