La idea de usar impresoras 3D que "cocinen" el polvo lunar (llamado técnicamente "regolito") empleando microondas hasta formar una especie de cerámica se la debemos a la NASA. La agencia espacial estadounidense cree que las propiedades únicas del regolito (en particular su pequeño tamaño y la presencia de nanopartículas de hierro) hacen posible reformarlo mediante calor, empleando radiación de microondas a ciertas frecuencias, de modo que resulte moldeable.
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