Digna de ser la entrada a uno de los túmulos de Tolkien, el eremitorio rupestre de San Vicente posee tumbas antropomorfas por dentro y fuera. De este modo, su aura se torna fúnebre. Pese a lo tosco del labrado, se pueden reconocer en la ermita los elementos característicos de un templo. Junto al cuerpo central del templo se ubica una necrópolis. Destacan sobre todo los nichos situados frente al mismo, puestos uno tras otro. Sus formas permiten adivinar cómo se ponían los cuerpos. Estos reposaban con la cabeza al poniente y pies al oriente.
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