De entrada la intuición nos lleva a pensar que no, porque escribir y leer no parece que sean la misma actividad intelectual. Sin embargo, ¿hasta qué punto las vicisitudes de un personaje pueden llegar a conmover por igual a lectores y a su creador? Un experimento que se está llevando a cabo en los Países Bajos podría arrojar algo de luz a esta cuestión. El escritor trabaja en su novela bajo la atenta mirada de una cámara con sensores conectados tanto a la cabeza como a las manos, y que sirven para controlar y medir sus ondas cerebrales,
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