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Han asesinado a un joven de 24 años al grito de «maricón» y parece que su muerte importa menos que demostrar que lo mataron por otros motivos. Esa prudencia que se demanda con el caso de A Coruña desprende hedor a homofobia y no hay excusa que valga para taparse la nariz.
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etiquetas: samuel , muerte , homofobia