... Los chinos hacen en esta película el papel de malos que han sometido a un pueblo que vivía en paz y armonía gobernado por bondadosos lamas entre los picos del Himalaya. Nada más lejos de la realidad. Esa sociedad idílica que venden el Dalai Lama y sus seguidores no ha existido en el Tíbet de los monjes de coloristas túnicas. Antes de la llegada de los chinos -y que nadie vea en estas líneas una defensa de la ocupación-, Tíbet era una cruel teocracia, como el Vaticano antes de su domesticación por el Occidente ilustrado.
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