Alguien se masturba mientras se promete que será la última vez. A punto de controlarse responde a la llamada de los demonios que habitan en sí, se deja llevar. Sí, demonios. Ya estábamos en el siglo XX cuando el joven Wistgenstein hablaba de su agonía moral por haberse masturbado durante la Gran Guerra, en el campo de batalla entre el combate y la muerte. Alguien lo hace ahora porque tiene derecho a hacerlo. Como deporte o por distracción, frente al monitor de su ordenador, ante una revista diseñada de acuerdo a sus gustos...
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