Yugoslavia se clasificó para la Eurocopa de Francia'84 de un modo épico, como España. El gol de Radanovic fue el gol de Señor traducido al serbocroata. Ambos ocurrieron la misma noche, casi a la vez. La euforia de los jugadores, la alegría del público, incluso la emoción de los narradores televisivos dibujan una simetría casi perfecta entre la ribera del Guadalquivir y la orilla del Adriático. En 1991, Yugoslavia se descosería por sus costuras nacionalistas, pero en aquella noche de Split de 1983, aún era un país que vibraba con su selección.
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