El pelo femenino ha estado históricamente sujeto a paradojas culturales. El de la parte superior de la cabeza es valorado y admirado como un grandísimo signo de feminidad: una melena sana, sedosa y brillante es símbolo de juventud y fertilidad. El vello que crece en el resto del cuerpo, en cambio, representa todo lo contrario. Pero aunque unas piernas peludas aún generen escándalo y unas axilas pobladas hagan que políticos conservadores y agitadores de Internet pierdan el oremus, nada puede superar la carga transgresora del vello...
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