Jordi Évole reclutó a unos cuantos actores más y se inventó un personaje y una historia para cada uno de ellos. Un inmigrante, una chica de barrio, el afortunado al que le tocó un décimo por tercera vez... Los envió a los lugares en los que había caído alguno de los premios con el objetivo de destacar por encima de los verdaderos premiados para convertirse en titulares de periódicos o en testimonios para algunas televisiones.
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