Hoy se puede consumar una de las grandes paradojas de la política comunitaria. La propuesta de directiva sobre tiempo de trabajo que permitiría un máximo de 65 horas semanales puede terminar definitivamente en la papelera. En tal caso se mantendría en vigor la directiva actual cuya regla general son las 48 horas; pero que no se moja sobre el número máximo de horas al que se puede llegar de manera excepcional y que, a la chita callando, da margen para prestar 78 horas por semana.
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