El premio Nobel más rápido de la historia se lo llevaron Georg Bednorz y Alexander Müller por descubrir, unos meses antes, los cupratos y la superconductividad “a altas temperaturas”. Fue en 1987. Aunque la superconductividad era bien conocida desde 1911, el sueño de conseguir materiales que condujeran corrientes eléctricas sin resistencia ni pérdida de energía en condiciones "normales" se había disipado ya en los años 80.
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