A Alfredo Pérez Rubalcaba le llueven los reveses de los propios. Algunos se los infligen sin querer, como José Blanco con el caso de la gasolinera. Otros, como Miguel Sebastián, esconden motivaciones más oscuras. Y es que nadie entiende, ni en el entorno del aspirante a presidente ni en el sector, que el ministro de Industria se haya embarcado en una guerra abierta con las empresas eólicas a semanas vista de los comicios. “¿Por qué acometer ahora algo que había evitado desde finales de 2008?”, se cuestiona con resignación uno de los afectados.
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