A lo largo de la costa alemana del Mar Norte la transformación energética es visible: cientos de molinos de viento giran sus aspas sin cesar, casi todas las casas de los campesinos tienen en sus techos módulos solares y, en algunos campos, se cultiva maíz para la producción de biogás. En los últimos 25 años, la producción descentralizada de energía ha sido adelantada por los mismos ciudadanos. Una inversión que, de lo contrario, solo hubiera podido hacer un gran consorcio.
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