El pobre Lorenzo, por gracioso, fue quemado vivo en una hoguera. Más concretamente en una parrilla hecha exclusivamente para asarlo en las afueras Roma. Se dice que en medio del martirio, exclamó:—Assum est, inqüit, versa et manduca (Asado está, parece, dame la vuelta y come). ¿Se lo imaginan? Un hombre que sabe en que punto de cocción se encuentra su propio cuadril en la parrilla y se lo grita en la cara a su verdugo, no sólo merecía ser un santo, sino también un mártir, y de hecho así es considerado por el cristianismo, como un mártir.
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