Era un niño, 12 años. Acudió con los Maristas de Valladolid al campeonato de España de minibasket. Cayeron con el Barcelona en semifinales, que de la victoria sacó una conclusión: había que fichar a aquel cántabro del Valladolid. Y lo intentaron. Pero el doctor San Emeterio, el tutor del chico, sin las debilidades de otros padres cuando escuchan la palabra Barcelona o Madrid, pensó que lo mejor para el niño era seguir con la familia y crecer en el baloncesto sin dejar de crecer.
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