Ocurre que el Gobierno de Islandia, consecuente con el principio colectivista de que lo que es de todos no es de nadie, anunció la semana pasada su decisión firme de reiniciar la “caza científica” de cualquier cetáceo despistado al que se le ocurra acercarse a sus costas. Y, para que quede claro que no bromean, un ejemplar de rorcual blanco, de seis metros de longitud, ya debe haber sido transformado a estas horas en quinientos kilogramos de filetes, después de ser arponeado en alta mar.
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