La noche del traslado de Erika Mejía, cuatro mujeres con bolsas en las manos observaban la escena en la puerta del hospital. Vieron la ambulancia en la que introducían a la paciente, más otra de apoyo con material médico necesario. A eso se añadían dos vehículos más con profesionales del Summa, por si había alguna complicación. Una pareja de guardias civiles en moto escoltaba la imponente caravana. —Debe ser alguien importante, dijo una de las señoras. Dentro iba Erika Mejía, hondureña, 37 años, vecina de Guadalajara, asistenta de hogar…
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