El Gobierno de Aznar encarnó en la figura del capitán del Prestige, Apostolos Mangouras, todo el compendio de malas prácticas que atribuían a los piratas del mar. Lo acusaban de retrasar conscientemente la maniobra de remolque, de desobedecer las órdenes de la Administración marítima e incluso de no contestar a los requerimientos por radio. Pero los dos principales responsables del Centro Nacional de Coordinación de Salvamento y del Centro Zonal Finisterre tenían una imagen muy diferente del marino griego. En realidad se compadecían de él...
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