Si vives en una gran ciudad y usas el transporte público observarás que vivos, lo que se dice totalmente vivos, no parece que estemos: los rostros amarillentos, las ojeras, los hombros encorvados, la vista perdida, la falta de energía que padecemos tantos y tantos urbanitas nos convierten en buenos extras para una de esas películas de zombies que se han vuelto a poner de moda.
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