La suspensión de pagos sería desastrosa para Grecia y el consiguiente contagio sería perjudicial para Europa. O así reza la sabiduría convencional. El debate ha girado exclusivamente en torno a la fuerza del contagio y la respuesta adecuada de los países vulnerables y del país que escribe los cheques. Quizá el debate sea desacertado porque falla la premisa. Expulsada de la Eurozona, Grecia podría ser más peligrosa para el sistema que cuando estuvo dentro, al ofrecer un modelo de recuperación que tiene éxito.
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